Mil millones de personas viendo el rescate de los mineros por televisión fue una audiencia inaudita que los departamentos de marketing de compañías de todo el mundo no dudaron en aprovechar. Para algunas empresas, el milagroso rescate significó ahorros multimillonarios en publicidad; y; para otras, fue una invaluable forma de darse a conocer. Aunque no fue fácil aparecer en medio del desierto delante de las celosas cámaras de la televisión chilena.
La marca de anteojos Oakley, rápida de reflejos, donó las 33 gafas oscuras que ayudaron a que los ojos de los mineros se adaptaran de la penumbra de las profundidades a la luz del día. Uno a uno, los rescatados salieron del hondo bajo fondo de la mina con sus anteojos nuevos. La firma, con sede en California, explicó que son gafas “diseñadas para minimizar la intensidad de la luz”, de una sola pieza, que ayudaron a que las pupilas de los 33 hombres, dilatadas durante 70 días, vuelvan a su estado normal sin dañarse.
La consultora Front Row Analytics, deseosa también de aparecer en los medios, calculó que Oakley se ahorró unos 41 millones de dólares en publicidad por la aparición gratuita de sus anteojos, cuyo costo oscila entre 260 y 450 dólares la unidad.
Desde que se los supo con vida, las marcas aprovecharon los gustos y deseos de los mineros atrapados para aprovechar la alta exposición del operativo de rescate. Steve Jobs, el famoso CEO de Apple, por caso, envió un iPod de última generación como “regalo personal” a cada uno de los 33 mineros, para hacer más llevadera su espera.
Se beneficiaron también las docenas de comerciantes que colmaron el “Campamento Esperanza”, que convirtieron al desierto de Atacama en un “mercado persa”, según medios locales. Detrás de la cordillera, un dúo musical compuso una canción para cada uno de los mineros y en los bailes reapareció el clásico “A la mina no voy”, una canción de origen colombiano de fines de los años 60, que ha vuelto a estar de moda y fue reeditada por artistas famosos.
A los mineros de San José de Copiapó les llueven los “regalos”, mientras sus historias se sondean para ser llevadas a la pantalla grande. El rescatado Franklin Lobo, ex jugador de fútbol, recibió una camiseta autografiada por Lionel Messi y la FIFA lo tentó para recorrer el mundo dando charlas de motivación.
Los casos más extremos son los de la firma “Bema”, dedicada a la venta de zapatos… en Bosnia, y el ofrecimiento de la “modelo” Adriana Barrientos, quien les regaló un “stripdance… para subirles bien el ánimo”.
Pero quizá, sin embargo, esté en las antípodas de Barrientos el más beneficiado por lo sucedido: Dios. Los mineros no se cansaron de agradecer y asegurar que su fe fue lo que los salvó. A Él dio gracias también una y otra vez el presidente Sebatián Piñera, otro intangible beneficiado: su popularidad no deja de crecer.
Nota: Publiqué esta columna en el diario Perfil, de Buenos Aires, del 16 de octubre de 2010.