Por qué EE.UU. ya no puede hacer nada para frenar Wikileaks

Mientras los diarios más importantes del mundo aseguran que seguirán difundiendo los cables diplomáticos revelados por WikiLeaks, miles de personas en Internet atacaron a sitios de los gobiernos estadounidense y sueco y de empresas que rescindieron contratos que tenían con el portal del australiano Julian Assange. La megafiltración no podrá ser detenida porque el archivo con la información reservada está en poder de decenas de miles de usuarios a la espera de acceder a la contraseña si algo grave le sucede Assange. Además, si cierra WikiLeaks ya hay otros 1.600 sitios “espejo”.

Por Pedro Ylarri

“Todo esto es culpa de la administración Obama, yo puedo frenar a WikiLeaks” dijo Sarah Palin, líder del partido del té (Tea Party) a través de su cuenta en Facebook. Su compañero republicano Mike Huckabee -ex gobernador de Arkansas y actual conductor de televisión- añadió que “todo lo que no sea la pena de muerte” sería un “castigo demasiado suave” para el fundador del sitio, el australiano Julian Assange, de 39 años. Matar al mensajero era su idea para “frenar” y “acabar” con la mayor filtración de cables confidenciales de Estados Unidos en la historia. ¿Pero son capaces realmente de terminar con la filtración?

Los acontecimientos de los últimos días muestran que aún deteniendo y asesinando al líder de WikiLeaks o utilizando el Pentágono todo su ímpetu contra el portal, la fuga de información se dirige a un inexorable éxito. Y lo hace por al menos cuatro motivos: la voluntad de la prensa en continuar con la difusión, el desinterés de la mayoría de los gobiernos, el surgimiento de grupos de hackers anónimos que defienden en forma activa al australiano y, sobre todo, el anarquismo y alcance de la red, por el que WikiLeaks ya tiene cerca de 1.600 réplicas en el globo.

Todas son aristas del “plan perfecto” ideado por Assange, quien ha hecho renacer el espíritu intrínseco en el que nació la red, inspirado en la libertad y su exceso, el anarquismo. Símbolos de una generación, a la que sólo le faltaba el coraje, un valor “muy contagioso”, según el australiano.

La red. Hace quince años, subir una página en la web era costoso y técnicamente imposible para la gran mayoría de los cerca de 1 millón de afortunados que tenían acceso a Internet. Ya no más. Hoy, con un par de clics, unos pocos pesos y sin conocimientos técnicos se puede hacer la operación. La facilidad y gratuidad de la Internet actual han permitido que WikiLeaks.org, el sitio oficial, tenga al cierre de esta edición otros 1.611 “mirrors” (espejos), es decir portales gemelos, iguales.

El dato surge del sitio Save Wikileaks (savewikileaks.net), otra página de Internet creada el lunes 29 de noviembre, pocas horas después de iniciarse el primer ataque contra la página “oficial”. Entre otros datos, el sitio provee una lista de servidores que dan la misma información que la página central. En caso que Estados Unidos logre dar de baja el servidor de WikiLeaks (donde está alojada la información, en un bunker anti nuclear de la segunda guerra mundial ubicado en Estocolmo), los usuarios tendrán más de otros 1.600 sitios alternativos en donde leer los cables.

Cómo los espejos no pueden actualizarse en caso que falle el portal oficial, Assange diseñó un archivo encriptado con la totalidad de los cables filtrados, que funcionará como una especie de seguro; ya que si algo le sucede, en forma automática se distribuirá la contraseña con la que será posible ver los 251.287 cables. El archivo, que ocupa 1,5 gigabytes (dos CDs de información), se distribuye a través de las redes “peer to peer” (red entre pares) que no necesitan de un servidor fijo para funcionar, sino que utilizan cualquier computadora para enviar y recibir el archivo. Esto es un seguro extra para WikiLeaks, ya que el archivo está en millones de computadoras a la vez alrededor del mundo y no en una en particular. Lo que hace virtualmente imposible controlar la información.

El movimiento. “El coraje es contagioso”, solía finalizar sus e-mails el fundador de WikiLeaks. Y vaya si lo ha comprobado. Desde la publicación de los primeros cables el 28 de noviembre no paró de crecer el número de aficionados al portal que pujan y reclaman por la libertad de la información. Lo más probable es que los nombres Julián y Juliana sean desde ahora más usados para los recién nacidos nativos digitales, y que el movimiento creado por Assange se convierta en la primeriza batalla de la “primera guerra mundial de la información”, tal como la definió un activista.

“Julián sos mi ídolo, gracias, gracias, nunca dejaré de agradecerte; espero nos influyas a nosotros, los cobardes,” escribió un lector en un blog que tocó el tema. La cobardía se transformó en coraje para al menos 4.000 personas del globo, expertos en informática, que conforman Anonymous, una agrupación de hackers que prometen atacar a cualquier compañía o gobierno con “agenda anti-WikiLeaks”. Empezaron con el servicio de pagos online PayPal, VISA, el banco suizo PostFinancial y MasterCard. Ahora apuntaban a FoxNews y a empresas que eliminaron a WikiLeaks entre su clientela, como Amazon.com y EveryDNS.net.

Se trata de la Operation Payback, realizada por Anonymous, que se reúne habitualmente en 4chan.org y adopta la estética del cómic “V de Venganza”. El grupo nació hace unos cuatro años y salió a la luz con el Proyecto Chanology en 2008, cuando reveló irregularidades de la Iglesia de la Cienciología. “Comenzamos como unos pocos usuarios, menos de 50, ahora somos cerca de 4.000”, le dijo un integrante de Anonymous a AFP, ¿cuántos empleados en seguridad informática tiene el Pentágono?

La prensa. El plan ideado por WikiLeaks para la difusión de los cables incluyó por primera vez el prestigio de medios en cuatro idiomas. El director uno de ellos, el británico The Guardian, Alan Rusbridger, reveló que la totalidad de la información fue “filtrada” en un DVD primero a su diario, luego a Der Spiegel, El País y Le Monde, y que ellos mismos transfirieron los datos a The New York Times. “Los cinco medios tiene todos los cables, que serán dados a conocer según un cronograma previamente estipulado”, informaron desde El País.

Es por eso que la detención de Assange o los ataques contra su portal no afectarán la difusión del material, que a su vez le están dando réditos a esos medios. Son ellos los que los están dando a conocer. Además, mientras los ciber-soldados de Estados Unidos no tienen problemas éticos ni legales para librar una batalla virtual contra el sitio WikiLeaks, hasta el momento no se han atrevido a golpear los sitios de noticias. “Nuestro país está maldecido por la primera enmienda”, expresó con sorna el director de The New York Times, Bill Keller, cuando los lectores le preguntaron por qué difundía los cables.

“Varios congresistas exigieron la pena de muerte para Assange ¿se imaginan si la piden para el director del Times?” se preguntó un televidente de la cadena Fox News. Fue tras una entrevista a Joe Lieberman, miembro en el Senado del influyente Comité de Seguridad Nacional, según el cual el diario neoyorquino tuvo un acto de “mala ciudadanía”, por lo cual es pasible de sanciones. Floyd Abrams, un reconocido constitucionalista que defiende al diario, aseguró en cambio que, salvo acusar a quien filtró los cables, “no hay mucho que el gobierno pueda hacer”.

En diálogo con Alan Murray, el jefe de redacción de The Wall Street Journal -el diario más leído de Estados Unidos-, el letrado termina: “No creo que haya nada en la ley que pueda hacer que se pare la publicación de los cables; de cualquier manera, la tecnología hace que esa tarea sea simplemente imposible”.

Desinterés. Otro motivo que juega a favor de WikiLeaks es que en el mundo hay pocos interesados en que terminen las filtraciones. Sólo un puñado de empresas y países fuera de Estados Unidos han criticado el accionar de Assange. Otros incluso lo apoyan, como Ecuador, Brasil y Rusia, que, según Russia Today, respalda el pedido de ONGs de impulsar la candidatura del australiano para el Premio Nobel, lo que le daría ciertas garantías de seguridad. Otra barrera que hace imposible que Estados Unidos pueda frenar la mayor filtración de la historia.

Nota: columna aparecida en Diario Perfil, del sábado 11 de diciembre de 2010.